Añadir valor al territorio
Estaba amaneciendo,
el equipo de proyecto llegó primero,
arquitectos, ingenieros, topógrafos, geógrafos, biólogos…,
tomaron medidas y realizaron cálculos.
Después aparecieron los obreros,
escoltados por máquinas de aspecto compacto,
indestructible, como monstruos devoradores,
auténtico ejército imparable.
Todo estaba planeado.
Comenzaron a trabajar, estruendo, cables, andamiajes, polvo, correas, golpes, cadenas, tensores, chirridos y grandes maderos,
se habían propuesto modificar el territorio,
para siempre.
Comenzaron por los edificios más altos, y en orden descendente los de mediana altura y las casas más bajas,
luego las infraestructuras de transporte y los espacios públicos y
por último las redes subterráneas de abastecimiento,
auténtico hormiguero del que entraban y salían obreros acarreando, tirando, empujando…
Una vez terminado limpiaron todo.
Cavaron, abonaron y plantaron,
arbustos y árboles, muchos árboles,
diferentes especies autóctonas.
Pasaron unos días y los animales se acercaron,
diferentes especies, terrestres, voladoras, trepadoras, arbóreas fueron creando sus hábitats,
reprogramadas una y otra vez durante millones de años.
Cuando llegaron los excursionistas, quedaron maravillados con la belleza del bosque.
